Pasó San Valentín, y además de la Fiesta que tuvimos por aquí, procuré escribir algunas cositas para amigas que comparten mi gusto por la escritura. Una de ella deseaba hace mucho una historia de Mujercitas, con Laurie y Beth como protagonistas, y aunque ella preferiría que se quedaran juntos, yo siempre los he visto como buenos amigos, con una relación que me hubiera gustado ver más. Cabe señalar que soy tan cannon al escribir, que puedo resultar un poco molesta (cannon se acostumbra llamar en el ambiente de los fics a las personas que se pegan a la trama original). Usualmente no toco obras como esta, porque son sagradas para mí, sería como intentarlo con Austen o Tolkien, cosa que me da espanto, pero no pude resistirme con este pedido. Y no sé cómo habrá quedado exactamente, pero se me ocurrió subirlo aqui también, ya que sé muchos compartimos el gusto por la saga. A ver si no quedó tan mal, y si fue así, mil disculpas para los seguidores de Alcott; he procurado hacer un homenaje respetando la esencia de los libros y jugando un poco con dos de mis personajes favoritos.
A Theodore Lawrence no se le conoció en su juventud por la dedicación al estudio, o su apego a las normas, y mucho menos se diría de él que sabía lo que deseaba para el futuro.
Lo único que tenía totalmente claro era el lugar en donde lo hallaría su destino; o mejor dicho, más allá de la locación, debía referirse a la compañía.
Solo su abuelo, de entre todas las personas que lo conocían, hubiera podido adivinar sus propósitos, y con seguridad su apoyo era algo que daba por descontado.
Podría parecer ridículo que un joven de su edad y posición tuviera por mayor ambición pasar a formar parte de una familia en particular; ¿no eran acaso las mujeres quienes se preocupaban por esos aspectos de la vida? ¿No sería más lógico y productivo el volcar sus deseos en los estudios? Tal vez lo fuera en el caso de otros, no en el suyo.
Tuvo una infancia difícil, deseoso del hogar que siempre le fue negado pese a su temperamento, que lo animaba a anhelar un lugar para establecerse. El llegar a casa del abuelo Lawrence fue al mismo tiempo motivo de angustia y esperanza. Para su inmensa fortuna, la angustia no duró mucho, ya que el destino quiso enviarle en forma de cuatro hermanas y una madre extraordinaria toda la esperanza hecha realidad que un joven como él podría necesitar para vivir feliz.
No fue extraño que se sintiera fascinado de inmediato por Jo, esa chica de vitalidad inagotable, y encanto particular que lo atrajo como la llama de una vela a la curiosa polilla que era él entonces; jamás pasó por su mente la idea de que ese acercamiento pudiera provocarle severas quemaduras que tardarían mucho tiempo en sanar.
Entonces, cuando no era consciente del peligro que supondría para él ese enamoramiento impetuoso, se entregó feliz y agradecido por ser aceptado en la casa March; al fin tenía una verdadera familia, generosa y desinteresada que se preocupaba por su bienestar. La señora March pasó a ocupar el lugar de la madre ausente, y se hizo de cuatro hermanas que le invitaron a formar parte de su exclusivo círculo; su amor por Jo era incipiente aún, algo a lo que ponerle un nombre concreto resultaba muy complicado, y a su parecer, innecesario.
A medida que pasaron los años, y una serie de acontecimientos se sucedieron, comprendió que era el momento de tomar una decisión, no podría vivir por siempre en la incertidumbre. Con Meg comprometida, y las ansias de Jo por continuar su carrera literaria, como le llamaba, el miedo se hizo presente por primera vez en mucho tiempo; el sentirse desplazado pasó a ser parte del día a día.
Daba largos paseos por el bosque, pensando en cómo proceder, cuál sería el siguiente paso a dar. La sola idea de ser desterrado de esa familia le infundía espanto, y creía con certeza que si no pasaba a formar parte de ella oficialmente, eso ocurriría en cualquier momento.
Muchas veces pensó en hablar al respecto con Marnie, pero la timidez lo embargaba frente a esa madre imponente que inspiraba amor y respeto a partes iguales. Además, estaba seguro de que ella, como la mujer justa que era, dejaría siempre la decisión final en manos de su hija.
Jo era demasiado generosa para participar de las burlas a las que a veces lo sometían en algunas reuniones a las que debía asistir contra su voluntad. Sonrisas veladas, y comentarios maliciosos eran el martirio de cada una de esas noches, por lo que ambos sonreían aliviados al escapar hacia cualquier rincón en el que pudieran conversar a gusto, como en los inicios de su amistad.
Meg y Amy se mantenían tan al margen como su madre, si bien ninguna de ellas escondía el deseo de verlo convertido en un miembro más de la familia March lo antes posible.
La única que no hacía un solo comentario alusivo era Beth, que continuaba con su dulzura habitual, un poco alejada del mundo, como si su espíritu hubiera adquirido la extraordinaria habilidad de permanecer con su ama cuando era requerido, y viajar a otros lares si así lo deseaba. Beth siempre tuvo ese algo especial que la convertía en uno de esos seres con alma eterna, presentes aún en la ausencia.
Cierta mañana, apenas llegado de la ciudad, corrió como siempre a su segundo hogar, como le llamaba su abuelo, aunque secretamente sabía que en el corazón de su nieto era el primero. Iba entusiasmado porque consiguió uno de los libros que Jo ansiaba leer, y quería obsequiárselo cuanto antes, pero Hannah le informó que tanto ella como sus hermanas habían pasado a visitar a uno de las familias que cuidaban. Marnie se encontraba fuera también, y hubiera dado media vuelta si una voz delicada no lo llamaba desde el salón.
—¿Y yo, mi querido Laurie? ¿Le harás compañía a esta March?
Laurie miró a Hannah con el ceño fruncido, como recriminándole en silencio por semejante omisión, pero la buena sirvienta le hizo un gesto para que se acercara y le habló al oído.
—No se ha levantado muy bien hoy, es uno de esos días, no debe agitarse…
La misma voz llegó hasta vez, con algo más de aplomo.
—No lo regañes, Hannah, y tráenos algunos de tus pastelillos; Laurie ha venido a alegrar mi mañana.
La anciana se fue refunfuñando algo acerca del excelente oído de esa niña, no sin antes darle un empujón afectuoso a Laurie para que pasara al salón.
Él se quedó en la entrada, mirando con una sonrisa llena de ternura a la criatura adorable que le sonreía de vuelta, y le hacía un gesto amable para que se sentara a su lado.
—Beth, querida, ¿cómo te sientes esta mañana?—besó su mano pálida con infinito cuidado.
—Mucho mejor ahora, empezaba a aburrirme aquí sola.
—¡Pobre de mí! Entonces no estás emocionada porque soy yo quien te visita—Laurie fingió desconsuelo.
—¡Oh, no, claro que no! Me hace feliz verte, lo sabes bien, solo buscas halagos—le encantaba verla sonreír—¿Cómo va todo en la Universidad? ¿Has aprendido mucho ya?
—Mis maestros podrían contestar a esa pregunta mucho mejor que yo, y creo que no serían muy amables—no era algo que le preocupara en lo absoluto—preferiría mil veces estar aquí con ustedes.
Beth lo miró, sin alterar la sonrisa con ese gesto tan suyo, atenta a cada detalle, sin necesidad de hacer más preguntas.
—Mi pobre Laurie—suspiró—Nosotras siempre estaremos aquí para ti, no temas por eso.
Laurie iba a responderle, pero la llegada de Hannah con té y pastelillos lo contuvo, y no volvió a abrir la boca hasta que tomó un par de sorbos de su bebida.
—¿Será así, Beth? Meg tendrá pronto su propia familia, también Amy, Jo solo piensa en Nueva York; incluso tú me dejarás un día de estos.
La joven dejó el panecillo que desmenuzaba entre los dedos, y extendió una mano para tomar la de su amigo.
—Yo nunca dejaré esta casa, Laurie, lo sé, ni siquiera cuando me haya ido—le hizo un gesto para cortar su réplica—Y las demás estarán siempre para ti, no lo dudes. Ningún cambio en la vida podrá separar a esta familia.
—Pero yo no soy un March—al fin pudo poner en palabras lo que tanto le atormentaba.
Beth hizo un esfuerzo por acercarse un poco más, y apretó su mano con decisión, mirándolo directamente a los ojos.
—Laurie, esa mañana en que nos cruzamos por primera vez, cuando Jo, bendita sea su falta de timidez, te saludó como a un amigo que volvía de un largo viaje, te convertiste en parte de esta familia—le sonrió como si fuera un hecho tan obvio que le resultaba increíble creer que él lo hubiera pasado por alto.
—Beth, no merezco…
—¿Qué? ¿Nuestro cariño? Laurie, has sido el amigo más noble que Dios pudo poner en nuestro camino, y el hermano que siempre anhelé; nunca podremos agradecer lo suficiente todo lo que has hecho por nosotros.
—Cada cosas que he hecho ha sido por el inmenso cariño que siento por ustedes—le aseguró, tomando sus manos.
—¡Exacto! Porque eso hace la gente que se quiere, haya o no lazos de sangre de por medio, ¿no lo ves? Tu apellido, Laurie, el nuestro…no significan nada, y me duele ver cuánto te atormentas por algo que no tiene importancia—Beth se incorporó un poco, para darle mayor énfasis a sus palabras—Cada mañana agradezco a Dios por la bendición de contar con esta familia, y tú formas parte de ella. Nada de lo que suceda en el futuro podrá cambiar eso, te lo aseguro, ¿entiendes? ¿Confías en lo que te digo?
Laurie se llevó las manos enlazadas al pecho, y miró a Beth enternecido.
—A ti te confiaría mi vida.
Beth rió, liberando una mano para acariciar su mejilla.
—Y eso es lo que nos convierte en familia, no lo dudes nunca más—secó una lágrima con rapidez y se recostó sobre el sillón—Ahora, mi querido Laurie, ¿le leerías un momento a tu hermana? Me gusta oír tu voz.
Laurie asintió, y tomando el libro sobre la mesilla, lo abrió en la página marcada. Empezó a leer, pasando la mirada de las letras a la joven que oía atenta, con los ojos cerrados y una suave sonrisa en los labios. Cuando notó el suave subir y bajar de su pecho, que indicaba se había quedado dormida, dejó el volumen en su lugar, y con infinita delicadeza se inclinó para depositar un beso en su frente.
Abandonó el salón, y al pasar por la cocina, Hannah le hizo un gesto.
—¿Está dormida?
Laurie le sonrió con dulzura antes de contestar.
—Como un ángel.
Y con esa simple frase que resumía todo lo que esa maravillosa criatura significaba en su vida, y en la de tantos otros, salió al aire frío que le pareció más puro que nunca.
Y eso es todo, espero no recibir a aldeanos con antorchas, pero debía darle el gusto a mi amiga, y dármelo yo también, que cuando se me mete en la cabeza creo que es mejor sacarlo.
Espero que pasen una muy bonita semana, que Febrero casi se nos va, y les dejo una canción muy linda, algo antigua, sí, pero ya que estamos con clásicos, parece apropiada. Summertime.
A mi me ha gustado mucho... ¡¡Felicidades!!
ResponderEliminarLa canción muy bonita también.
Un abrazo y bueniísima semana.
que preciosa. que bien escribes!! un beso enorme
ResponderEliminarQueria Aglaia Callia, perdona que no me puede leer el texto completo, volveré para terminarlo, vale? Un fuerte abrazo querida amiga.
ResponderEliminarBESOS,
Andri
Creo que es estupendo niña, me ha encantado
ResponderEliminarUn bo¡eso y buena semana para ti también
Sólo para mis ojos... habría sido pecado!!! Un deseo de darte besos recorre mi cerebro de lado a lado... como electrizándolo... ¡Pero será por no haber visto veces la película! ¡Pero será porque no me sé de sobra el argumento! Pero si me he quedado embobada leyéndote como si la historia fuese a mi imaginación por primera vez... qué soltura tienes escribiendo... y qué delicadamente... y qué bien pones los puntos (je, je esto es un alto para no ponerme muy melindrosa, que ya sabes que lo soy, je ,je) Escribes tan bien... me das tanta alegría y tu lectura me transporta a tu lado... Bss... y quiero más... más... ya estás haciendo un alto en tu día a día y haciendo esto, que es para lo que has nacido!!!!
ResponderEliminarBss, querida amiga escritora de mis momentos... hoy románticos.
Querida mía.
ResponderEliminarComo he disfrutado leyéndote, por favor, no dejes de hacerlo nunca.
Lo que más me gusta es la sensibilidad que tienes, ese románticismo tan característico y delicioso que tienen tus manos al tejer palabras de amor, deseo y nobleza.
La música es preciosa, ha hecho más posible dejarse llevar por este realto bello.
Gracias por habernos deleitado con él, querida amiga.
Un millón de besos románticos y de admiracción hacia vuestra persona.
Aglaia, nena me quito el sombrero, y como dice nuestra querida MariCari, quiero más...sí preciosa, tienes un talento innato para escribir, para hacernos vivir como si fueramos las protagonistas de la historia...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho...y admiro esta forma de expresar los sentimientos...
Un beso enormeeee...
Le has hecho un bonito homenaje a la saga de Louys May, he leido tantas veces esos libros que todos los detalles permanecen frescos en mi memória.
ResponderEliminarLaurie, el amigo incondicional, tan necesitado del calor de una familia y las hemanas March cada una con su estilo pero todas llenas de bondad lo que hace que lo acojan como uno mas.
Beth se emanora de él ero su bondad y espiritualidad hacen de ella un personaje etéreo, Jo no hubiese podído compartir la vida que a Lauri le correspondía así que Amy era perfecta y hacen muy buena pareja.
Me ha gustado tanto tu entrada como la música.
Un beso!
Hermoso, Beth es de mis personajes preferidos, es tan bondadosa y sacrificada.
ResponderEliminarReconozco que estuve enojada con Jo por mucho tiempo por haber rechazado a Laurie, pero con el tiempo me resigné. Al fin de cuentas, Laurie terminó perteneciendo a la familia March.
Besos Aglaía y seguí escribiendo.
Aglaia querida, qué texto tan precioso!realmente parece sacado del libro de las Mujercitas, gracias por esta escena tan bonita con la dulce Beth y el joven Laurie.
ResponderEliminarMe gustan mucho estos libros, los personajes y la película así que sentí tu historia muy de cerca.
Nunca había visto un homenaje a San Valentín tan hermoso como el tuyo, felicidades!
En mi opinión, Jo y el profesor eran perfectos el uno para el otro así como Laurie con Amy, pero la relación con Jo y las chicas al inicio tiene una dinámica preciosa.
Gracias por esto!
Un besito y otro besito!
Jazmín.
Mil veces gracias por sus comentarios tan lindos, voy a contestarlos uno por uno en cuanto termine este ajetreo, que tanta cosa mala me tiene apesadumbrada.
ResponderEliminarUn beso grande.
Qué preciosidad de entrada!!
ResponderEliminarUn abrazo, Aglaia. Un placer leerte.
no se como em olvide comentarte....
ResponderEliminaramo a Beth! es tan dulce,y desde tu pluma ,mucho mas
cuando lei el segundo libro de la saga (las mujercitas se casan) cundo jo rechaza a laurie ,cerre el libro y no lo lei por dos años...
estaba enojada
aun me disgusta aquella desicion
jajaja
precioso aglaia y queiro ams historias
besote
En la vida real Louisa May Alcott no se casó, pero en la novela su equivalente, Jo March, sí lo hizo. Por ello hubiera sido bueno que aunque en la vida real Lizzie Alcott haya muerto joven, en la novela su equivalente Beth March, se salvara; así habría sido contrapesada la variación Louisa-Jo con la variación Lizzie-Beth.
ResponderEliminarYo que Laurie me habría enamorado de Beth; a Jo yo la habría visto sólo como una amiga y una hermana, tal como ella misma quería que Laurie la viese.
La felicidad de Beth de ser amada por un hombre bueno habría hecho que saque fuerzas de flaqueza, sane completamente y se salve de morir.
Beth merecía casarse con Laurie por tener la música como interés común, y para que su modestia, humildad, dulzura, bondad y generosidad sean ampliamente recompensadas con el amor verdadero de Laurie, la riqueza, el lujo y los muchos, muchísimos instrumentos musicales de teclado que él le habría podido regalar.
Qué excelente habría sido que Beth, siendo la chica más dulce, adorable, tierna, humilde y nada ambiciosa, en contraste y compensación se casara con Laurie, que era bien parecido, rico, pianista y tan amante de la música como ella; esto demostraba indiscutiblemente que habían sido hechos el uno para el otro.
Imagínense a la modestísima Beth nadando en pompa, lujo y riquezas, siendo inmensa y merecidamente feliz y amada por Laurie, y poseyendo y tocando todos los instrumentos de teclado que pudiese desear y que él le habría podido regalar: piano de cola, clavicordio, virginal, espineta, clavecín, melódica, acordeón, armonio, pampapiano y órgano de pipas. Sin duda, eso hubiera sido lo justo.
A mí me causó una gran tristeza y desazón que en la novela “Aquellas mujercitas” Beth muriera tan joven siendo la más buena de la familia y siendo justamente ella mi amor ideal. Que siendo la persona que más merecía ser amada, se haya ido al cielo tan joven y sin haber amado; me refiero a que sin haberse casado con un hombre, porque tratándose de amor al prójimo, Beth lo tenía de sobra, tan bondadosa como era la dulce niña y tanto que se hizo querer por todos.
Y ya que Beth no se casó con Laurie, merecía casarse con un hombre bueno y rico (en dinero y/o en ideas y cultura) que admirara su destreza y su virtuosismo como pianista y la amara con devoción. Que alegrara su corazoncito triste con su cariño, su humorismo y todas las cosas que tuviera y pudiera compartir con ella. Que la hiciera salir de sus casillitas con su sentido del humor y sus ocurrencias a cual más cómica. Y que también le enseñara a ser menos humildita, a levantar su modesta y hermosa cabecita y saber valorarse como lo que era, una persona bella, valiosa y encantadora por su bondad, su grandeza espiritual y su talento musical.