La joven modista Sira Quiroga abandona el Madrid convulso de
los meses previos al alzamiento arrastrada por el amor desbocado hacia un
hombre a quien apenas conoce. Con él se instala en Tánger, una ciudad exótica y
vibrante donde todo puede suceder. Incluso la traición.
Sola, desubicada y cargada de deudas ajenas, Sira se
traslada accidentalmente a Tetuán, capital del Protectorado Español en
Marruecos. Espoleada por la necesidad de salir a flote, con argucias inconfesables
y gracias a la ayuda de nuevas amistades de reputación un tanto dudosa, forjará
una nueva identidad y logrará poner en marcha un selecto taller de costura en
el que atenderá a clientas de orígenes lejanos y presentes insospechados.
A partir de entonces, con la contienda española recién
terminada y los ecos de la guerra europea resonando en la distancia, el destino
de Sira queda ligado al de un puñado de carismáticos personajes --Rosalinda
Fox, Juan Luis Beigbeder, Alan Hillgarth-- que la empujarán hacia un inesperado
compromiso en el que las artes de su oficio ocultarán algo mucho más
arriesgado.
Cuando encontré este libro y lo compré, sentí como si acabara de dar con el Santo Grial, porque no resultó sencillo dar con él, y tenía muchas ganas de leerlo. No solo he encontrado muy buenas reseñas acerca de la historia, sino que sé ha tenido un éxito que se sale un poco de lo común e incluso, hasta donde sé, se ha hecho una adaptación de la obra para la televisión, una que no he visto aún y que desconozco si es muy fiel a la trama, pero será cosa de darle una mirada en el futuro para enterarme.
Respecto al libro en sí, puedo decir que me gustado tanto como esperaba, incluso más, porque el estilo de la autora es fantástico; su forma de narrar es muy cercana y construye personajes creíbles, que provocan muchas emociones, algo que encuentro importantísimo en una historia.
La historia de Sira conmueve y toca sin llegar al punto de exageración de convertirla en una protagonista que inspire lástima por todas las penurias en las que se ve envuelta, y esto ocurre porque María Dueñas crea un personaje muy complejo, con sus cosas buenas y malas, a quien puedes querer tanto como criticar, pero sobre todo, con quien te puedes identificar. Sus decisiones, quizá algunas erradas vistas desde lejos, sus motivaciones, ese afán de salir adelante y superar las adversidades, así como el dolor de las pérdidas y las traiciones, son un retrato del ser humano en su lucha diaria por sobrevivir.
El contexto histórico en el que transcurre la novela es también un punto fuerte; me he visto fascinada por este viaje en el tiempo, de un lugar a otro, todos desconocidos para mí, pero que gracias a la autora he sentido casi como si transitara por ellos. Madrid, Tánger, Tetuán... estos dos últimos lugares acerca de los que se lee poco y que me han fascinado.
Quizá el único pero que le pondría a la historia y que confieso me obligó a dejarla durante unas semanas para luego retomarla y no soltarla hasta el final, fue el exceso de descripciones. No lo sé, quizá peco de susceptible en ese sentido, pero sentí que la autora se ha documentado de forma tan profunda, lo que es para aplaudir, que recarga un poco el tema, describiendo cada lugar de forma un poco excesiva. Comprendo que lo ha hecho con el fin de llevarnos de la mano por cada escenario y que no nos perdamos de nada, pero no he podido evitar sentirme un poco saturada en algunos momentos. Aún así, es un pero un poco débil, ya que no le resta nada a la trama, sino es un aspecto que en lo personal he encontrado un poco incómodo, pero más que comprensible.
El viaje de Sira es uno de descubrimiento, crecimiento, aventuras y en cierta medida de redención, una muy personal, y me ha encantado acompañarla. Un libro apasionante, que te atrapa y no te suelta y frente al que no se puede permanecer indiferente.