Una novela sorprendente, inolvidable, cuyo tema gira
en torno a un amor imposible para cuya consecución la protagonista recurrirá a
las artes culinarias. Bajo la apariencia de un folletín por entregas y
encabezando cada capítulo con una receta, esta historia mágica convierte la
gastronomía en un código de sensualidad cargado de penetrantes aromas, de
colores deslumbrantes.
Cuando un libro es muy conocido, te hablan tan bien de él y pasa casi a formar parte del imaginario popular, es indudable que cuando al fin cae en tus manos y das vuelta a la primera página, vas con unas expectativas muy altas. Lamentablemente, por seductora que pueda resultar la idea, en verdad es un arma de doble filo, porque al final puedes ver esas expectativas más que satisfechas, o te puedes llevar un chasco que te llevará a preguntarte si el problema proviene del libro en sí o de una como lectora. Eso me ha ocurrido con Como agua para chocolate.
La premisa del libro es muy interesante. Tita, la más pequeña de su familia, nació entre fogones y nada le gusta más que volcar sus conocimientos en la cocina; para ella es una forma de honrar sus tradiciones, compartir lo que mejor sabe hacer con sus seres queridos y, en cierta medida, liberar sus emociones en esta actividad. Pero Tita tiene buenos motivos para ver su futuro con poca esperanza; según una tradición de su familia, la hija menor debe renunciar al matrimonio para quedarse a cuidar de su madre en la vejez, y en este caso la madre en cuestión es una matriarca imponente, autoritaria y agresiva, la horrenda Mamá Elena. Lo peor del caso es que Tita debe enfrentarse a esta costumbre absurda muy pronto, porque se enamora siendo muy joven de Pedro, un joven del pueblo que la quiere tanto como ella a él, pero ven pronto frustradas sus esperanzas de poder casarse. Mamá Elena se niega terminantemente al matrimonio y "ofrece" a su hija Rosaura en lugar de Tita para que se case con Pedro, a lo que él acepta con la peregrina idea de que así estará cerca de su verdadero amor.
La narración es curiosa y quizá sea lo que más me ha gustado de la obra. La autora inicia cada capítulo con una receta, una real y todas muy propias de su país, con costumbres ancestrales, y va hilando la historia con los procedimientos para preparar los platillos que tienen una importancia muy especial en los acontecimientos que se van desarrollando.
Ahora toca señalar varios puntos que en lo personal no me han terminado de convencer.
En primer lugar, la protagonista. Me temo que no he logrado congeniar con ella porque pese a que me inspiró mucha lástima el que se viera en una situación tan terrible por culpa de la madre, no he podido seguir el hilo de sus actos; la mayor parte del tiempo me desesperaba en todo sentido y no cabe achacar el hecho a su juventud, porque he leído muchas novelas protagonizadas por jóvenes personajes, y desde luego que la escasa edad y experiencia nos lleva a cometer muchos errores, pero el comportamiento de esta chica, al menos para mí, no hizo más que ir de mal en peor. Lo lógico hubiera sido que el personaje creciera según avanzaba la narración, y la protagonista acumulaba experiencias, pero esto no ha sido así, y es una verdadera lástima. Al girar todo alrededor de ella y no encontrar un solo punto con el cual empatizar, resulta complicado que puedas apreciar la historia.
Luego está el tema de la historia de amor, y aquí algo curioso. Con frecuencia me han hablado de Como agua para chocolate como si fuera una historia de amor, pero a mí no me lo parece, o en todo caso, no es un amor que merezca ser resaltado. Por la sinopsis se darán cuenta de que si un hombre se casa con la hermana de la mujer que quiere tan solo por estar cerca de ella sin importarle ir en contra de sus sentimientos, y aún peor, el hecho de que pueda lastimar en el proceso a la mujer que lo acepta como marido, pues no me parece un personaje muy admirable; la verdad es que el comportamiento de Pedro en todo el libro me ha parecido deleznable y es poco decir. Lo veo débil, cobarde, convenido y siguen adjetivos... Y aún así, Tita lo ama y le perdona todo sin importarle a cuántas personas hiere en el proceso y cómo sus sentimientos son traicionados una y otra vez, asumiendo que él no tenía otra alternativa, lo mismo que ella, un argumento muy fácil de rebatir.
Y por último, el tema de los giros sin ton ni son de la trama, hechos que parecen imposibles y exageraciones varias. Me gusta el realismo mágico, si no fuera así no me consideraría una admiradora de Gabo o disfrutaría tanto la prosa de Isabel Allende; pero creo que a Laura Esquivel, por usar una expresión común en su obra, simplemente se le fue la mano y no supo cómo hilar para que la magia no le ganara la partida y lograra unirse a la realidad para crear una obra coherente, lo que no está peleado en lo absoluto con la fantasía.
En fin, como ven es un libro que me ha generado muchas emociones, y quizá eso signifique que su lectura no ha resultado tan negativa para mí, porque toda obra que te inspire diversos sentimientos es buena. Ahora, que estos no resulten precisamente positivos, esa ya es otra historia... Pero eso sí, me guardo las recetas porque son buenísimas.
¿Ustedes lo han leído? ¿Les convenció?