16 julio 2009

¿Divagaciones?


Mi padre leía su diario esta mañana y comentó una frase que salió allí. Me cayó como una bomba y tardé un poco en reaccionar. No he podido quitármela de la cabeza y necesitaba hacer un comentario al respecto o me daba algo. Va así, para ser exacta:
“Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir” Robert Louis Stevenson.
¿Estoy de acuerdo? En parte.
¿Por qué? Creo que es muy cierto que aquellos que amamos la literatura, y el arte en general, nos abstraemos del mundo de modo tal que parece a veces la vida nos pasa al lado y nosotros ni enterados.
Pero creo también que eso de por si es una contradicción absoluta. Es decir, cuando nos volcamos a la escritura, por ejemplo, ¿no estamos viviendo? Porque yo me siento más llena de vida que nunca.
Quizá Stevenson se refiriera a esa frase clásica de que todo debe hacerse con moderación, pero esa palabra no tiene cabida en un corazón apasionado y las artes son pasión pura.
¿Podemos llevar una existencia común y corriente? No lo creo, no lo quiero. Puedo hacerlo sabiendo que me espera mi mundo aparte; algo solitario, tal vez, pero mío.
Es como en aquella escena de Finding Neverland en la que un melancólico James Barrie entra a su dormitorio luego de una discusión con su esposa y por la puerta apenas entreabierta podemos atisbar el mundo mágico que allí le espera, el que crea con su imaginación extraordinaria. Pero eso no significaba que evitara la vida diaria; al contrario, su inspiración para crear una de las mejores obras de todos los tiempos la encontró en las sencillas vivencias cotidianas de una familia que tuvo la generosidad de acogerlo.
Por otro lado, en lo personal, puedo decir con total honestidad que no espero ser recordada más que por mis seres amados; esa es la llave de mi eternidad. Aquí viene otra frase muy apropiada de otra fabulosa película: El Mago de Oz.
“Recuerda, mi querido amigo sentimental: tú no serás juzgado por cuánto amaste, sino por cuánto tú fuiste amado”.
Los guionistas de aquellos tiempos sí que sabían lo que escribían.
Ese es el punto, me atrevo a decir. No necesitamos límites si lo que hacemos nos hace felices y no lastimamos a nadie; estamos viviendo como muchos ni siquiera alcanzan a soñar. Los que nos aman, los que nos comprenden y aceptan con virtudes y defectos se encargarán de hacernos inmortales, tal como quizá haremos nosotros con ellos.
Sí, creo que Stevenson tuvo un mal día cuando escribió eso, espero que se le haya pasado.

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