Thomas, un muchacho de quince años, es un minusválido que
debe caminar con muletas y un aparato en sus piernas. Acomplejado por su
defecto físico, no deja de mortificarse. Pero los problemas que sufre su
familia, en especial su hermano pequeño Frieder, acosado por la amenaza del
fracaso escolar, le harán tomar conciencia de que sus dificultades no son
insalvables. Como le dice un compañero de estudios, "vosotros los
minusválidos creéis tener la exclusiva del sufrimiento". Así, no tardará
en aprender que existen en la vida padecimientos mucho peores que su tara
física.
Cuando este libro llegó a mis manos empecé a buscar información acerca de él y en especial acerca de su autora, Mirjam Pressler; pero es poco lo que logré averiguar. Quizá el dato más curioso que encontré fue el que me hizo llegar una amiga, que me comentó que había leído a la autora y que le gustó, pero que sus libros le parecieron un tanto tristes. Con ese dato en mente, y una sinopsis que no terminaba de convencerme, empecé la lectura de A trompicones, y puedo decir que ha sido un corto viaje muy profundo y un tanto descorazonador en un inicio, pero que remonta en el final con el toque preciso de esperanza que toda vida necesita.
Thomas tiene quince años y nació con una malformación congénita que le impide caminar con normalidad; debe usar muletas y aparatos para poder desplazarse y se ve dependiente de los demás para tareas tan sencillas como ir a la escuela, o visitar a su abuelo, lo que le provoca cierta amargura y un estado constante de insatisfacción; aún más, es notorio durante casi todo el libro que de alguna forma busca culpar al mundo por sus circunstancias y se escuda en sus problemas para confrontar siempre a quienes lo rodean. Y no que no tenga motivos para sentirse desdichado más allá de sus problemas físicos; su familia no es precisamente una muy simpática. Padres física y emocionalmente ausentes que, o bien se entregan al trabajo para escapar de la difícil situación en casa, como hace el padre, o sencillamente se convierte en una especie de verdugo de sus hijos con una falsa actitud de preocupación que en verdad le sirve para enmascarar sus propios sufrimientos, como es el caso de la madre.
Thomas pasa buena parte del libro en un constante estado de autocompasión que confieso encontré un tanto exasperante, pero que se hacía menor al pensar en el hecho de que se trata de un personaje muy joven, que sufre, no encuentra su lugar en el mundo, y se ve aislado de quienes deberían ser su mayor apoyo en una etapa tan difícil de su vida. Quizá el único ser del todo noble y desinteresado que convive con él y que le muestra un cariño sin condiciones es Friederer, su hermano pequeño, pero este personaje carga con sus propios demonios pese a su corta edad. Friederer es un chico hermoso, en apariencia perfecto, pero no destaca por su inteligencia, y su gran timidez le lleva a encerrarse en sí mismo, lo que genera una serie de dificultades para él que lo llevarán a un punto de no retorno. Estamos entonces ante una situación imposible que se presenta de golpe para la familia de Thomas y de la que todos tendrán que aprender algo, y decidir si están dispuestos a continuar o darse por vencidos.
Creo que pese al aire de tristeza que inunda las páginas de este libro, es imposible no sentirse idenfiticados con algún personaje, con las circunstancias, o la vida en familia que se nos muestra, y es duro porque nunca resulta agradable enfrentarnos a malos recuerdos o personajes que nos obligan a ver dentro de cada uno, pero también es una gran lección para aprender a superar los problemas y conferirles la importancia que merecen sin permitir que nos frenen en el camino de la vida. Recomiendo mucho esta historia para cualquier edad y cualquier momento, es muy corta, se lee en un suspiro y te deja reflexionando, algo que siempre se agradece.