En casa tenemos la costumbre de armar el árbol el domingo que antecede al cumpleaños de mi padre, que es el 30 de noviembre, así que en esas he andado estos días, sacando los adornos, peleando con las luces, ¿les pasa como a mí que se les enredan?, y para remate, se nos iluminó pintar la casa la semana pasada, así que ya se imaginan el espectáculo que daba trepada a una escalera y con rodillo en mano; es bueno esto de no temerle a las labores manuales, o estaría perdida.
Y respecto al cumpleaños de mi padre, este año cae martes, y me gusta prepararle la torta, de modo que voy a hacer una Selva Negra esta vez, y con suerte tendré el keke listo hoy por la noche, y lo baño al llegar a casa el martes por la tarde, así cuando llegue la familia, estaremos listos para compartirla. Cruzo dedos para que quede bien, que nunca se sabe, y esta vez no me puede fallar la receta. Es gracioso que me gusten tanto estas cosas, pero le corra a otras labores domésticas.
Pero el título de esta entrada es por mi padre, asi que me gustaría hablarles un poco de él.
Pero el título de esta entrada es por mi padre, asi que me gustaría hablarles un poco de él.
No sé si lo he mencionado alguna vez, pero quiero muchísimo a mi padre, es un hombre sensacional, y no lo digo porque soy su hija, sino porque de verdad lo es. No ha tenido una vida fácil, y es la clase de persona a la que quieres de un modo u otro, de tan bueno que es. Me dicen que soy muy parecida a él en carácter, y algo en físico, que allí si estoy mitad y mitad con mi madre, creo. Y aunque no me molestaría para nada tener algunos rasgos de mi madre, como su facilidad para llevarse bien con todo el mundo, pues la verdad es que estoy muy orgullosa de ser como mi padre. Tengo tantos recuerdos bonitos de él, nos dio una infancia tan linda, a mí y a mi hermano, que no me alcanzará la vida para pagarle tanta atención. Un hombre que trabajaba de sol a sol de lunes a sábado, dedicaba los domingos de descanso en llevarnos de paseo a recorrer las playas, juntando caracolillos y esas cosas que a los chicos nos gustan tanto; subíamos cerros para volar cometa, mochila al hombro, y siempre se colgaba para rescatar la mía, que se me iba a la primera oportunidad.
Heredé también de él su gusto por la lectura y los crucigramas. Cuando era pequeña y el diccionario era tan grande que no podía sostenerlo con las dos manos, me las ingeniaba para ponerlo sobre mis piernas, y él me iba dictando las palabras a buscar, no importaba cuánto tardara. Ahora los hago con tanto gusto que seguro se me quedará esa costumbre; igual que esa de leer el diario de atrás para adelante, lo mismo que él.
Compartimos también ese gusto por desarmar cosas e intentar repararlas; soy desde chiquita su ayudante más leal, y ahora es él quien me va pasando las herramientas mientras yo me encargo de arreglar el desperfecto de turno, o lo intento, al menos.
Me hice aficionada al fútbol, porque le gusta mucho a él, pero escogí otro equipo al cual alentar, porque así es más divertido; todo el mundo sabe que las peleas en casa por la diferencia de gustos en esta materia es el alma del deporte.
He pasado ya la edad en la que tu padre es poco menos que un Dios para ti; he aprendido que tiene sus defectos, porque si fuera perfecto, no sería nada mío, eso es seguro; y sigo tan orgullosa como siempre de él, de su dedicación al trabajo, de ese tratarme como una niña sin importar los años que tenga, de los motes que me da, y estoy muy agradecida de tenerlo aún a mi lado, tan vital y generoso para con todos. Soy "su enana", "su almirante", y lo seré siempre.
A mi padre le gusta Frank Sinatra, y no podría elegir una de sus favoritas, así que me tomo la libertad de escoger una para él. Que tengan una linda y poco estresante semana.