Anoche no podía dormir y recurrí a todos los medios imaginables para conciliar el sueño.
Conté ovejas, pero cuando hago operaciones matemáticas me duele la cabeza, así que tuve que dejarlo; traté de poner la mente en blanco, pero eso en mi es casi imposible, de modo que tampoco funcionó; escuché la nana de El laberinto del Fauno que tengo en el reproductor y nunca me falla, pero nada esta vez.
De pronto, me vino a la mente una voz profunda que me recitaba un poema. No sé qué fue, tal vez mi inconciente, no estoy segura; pero en cuanto el relator terminó, caí como un angelito. Es que en la voz de Alan Rickman, todo te lleva al suspiro y la rendición absoluta. Vaya, creo que acabo de revelar mi secrata obsesión por ese hombre. No importa, lo adoro, es maravilloso. Me encantó como Snape, pero me quedo con su papel en Sensatez y Sensibilidad. Bien pensado, si en el test de Austen, soy Marianne Dashwood, ¿porqué no puedo aspirar a un adorable y devoto Coronel Brandon? ¿Habrá alguno todavía? Eso espero; mientras, lo sigo escuchando, y con un poema de Shakespeare, además.