He leído tanto en las últimas semanas, que olvido con frecuencia compartir otra de mis grandes pasiones; el cine.
Procuro ver tantas películas como me es posible, mis gustos son muy variados, así que nunca me niego a ver una cinta porque no pertenece a mis géneros favoritos, pero siempre hay algunas que con el pasar del tiempo pasan a convertirse en nuestras favoritas. En mi caso, puedo nombrar cientos, seguro, pero no se preocupen, no lo haré, solo menciono alguna de vez en cuando, y en esta ocasión quiero hablarles de una que vi hace ya varios años, Gran Torino, con el gran Clint Eastwood a la cabeza.
La recordé porque tuve la oportunidad de verla el fin de semana gracias a que la programaron en la televisión y, al verla, recordé el porqué me gusta tanto. Creo que es una de esas películas preciosas que lamentablemente pasaron un poco desapercibidas en su época de estreno; quizá es muy sencilla, no cuenta con un gran reparto si exceptuamos a Eastwood, pero creo que en eso radica su belleza y valor; no necesita de grandes artificios ni de historias intrincadas para llegar al corazón.
Gran Torino cuenta la historia de Walt Kowalski, un hombre mayor y mal geniado, interpretado magistralmente por Eastwood, como siempre, que vive en los suburbios de la ciudad; es viudo, tiene una tensa relación con su hijo, que cree debe vender su casa y retirarse a un geriátrico, pero Walt es un hombre de carácter muy fuerte e independiente que jamás se guarda sus opiniones, sean populares o no. Le gusta su barrio, su entorno, está muy aferrado a sus costumbres. Solo hay algo que le disgusta, y son sus vecinos, muchos de ellos inmigrantes, pertenecientes a la etnia Hmong, un pueblo asiático. Walt se encierra en sí misma, mira a todas estas personas con desconfianza, no se muerde la lengua para hacer comentarios de mal gusto, incluso racistas; arrastra algunos traumas producto de su participación en la guerra de su país contra Corea, y la película nos da a entender que parte de este supuesto desprecio parte de sus remordimientos.
Su más preciada posesión es su auto, un Gran Torino, que da nombre a la película, y un día descubre a uno de sus vecinos, un muchacho algo perdido, Thao, intentando robarlo para ingresar a una pandilla. A partir de este punto, Walt se irá involucrando cada vez más con el chico y su familia, que a su vez, al principio con poco entusiasmo de su parte, lo integrarán a la sociedad de la que se había aislado. Vemos cómo va desterrando los prejuicios, poco a poco, y se enfrenta a sus propios demonios, así como también a enemigos externos que a la larga serán quienes le lleven a buscar su redención.
Me parece que esta es una película muy sentimental, aunque nadie lo pensaría al ver los afiches de promoción o leer acerca de la sinopsis, pero es así, aunque esa sensibilidad sea cruda, por contradictorio que pueda parecer. La trama es hermosa, las actuaciones de primera, y la música, un sueño. La recomiendo muchísimo, actualmente es fácil conseguirla en video tiendas y no hay pierde con ella. Les dejo el tema musical, que en sí solo es una joya, con imágenes de la película para que puedan ver un poco de ella y así terminar de tentarles.
